Atrapado e-bog
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El día que se anunció la cuarentena, lo único en lo que podía pensar era en mamá. Sí, detrás de eso, los recuerdos se acercaban sigilosamente, sombras y cosas oscuras, no olvidadas sino reprimidas, el nudo de miedo en mi vientre que se había atado hace mucho tiempo, pero más que eso, más que nada, pensaba en ella.En los cincuenta y seis años desde que llegó a Gran Bretaña desde Turquía, ni una ...
E-bog
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Forlag
Michael van der Voort
Udgivet
4 januar 2021
Genrer
Horror and supernatural fiction
Sprog
Spanish; Castilian
Format
epub
Beskyttelse
LCP
ISBN
9781071582800
El día que se anunció la cuarentena, lo único en lo que podía pensar era en mamá. Sí, detrás de eso, los recuerdos se acercaban sigilosamente, sombras y cosas oscuras, no olvidadas sino reprimidas, el nudo de miedo en mi vientre que se había atado hace mucho tiempo, pero más que eso, más que nada, pensaba en ella.
En los cincuenta y seis años desde que llegó a Gran Bretaña desde Turquía, ni una sola vez había pasado un día entero adentro. De hecho, era raro verla pasar más de unas pocas horas en el interior. Cuando lo hacía, se movía inquieta entre las habitaciones, paseando y cambiando de un asiento a otro, siempre acercándose más a las puertas, al exterior.
La mayoría de las veces, cuando iba de visita, me la encontraba en el jardín, o sentada en el escalón de la entrada, saludando a los niños y compartiendo bromas con los transeúntes, para quienes ella había sido durante mucho tiempo un accesorio. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que vecinos preocupados me habían dicho que debía 'asegurarme de que tu madre esté dentro, fuera del clima' y también de las veces en que ella los había regañado por meter la nariz donde no debían y por hablar conmigo sobre su comportamiento en lugar de con ella, como si no ella estuviera allí o en plena posesión de sus facultades.
En los cincuenta y seis años desde que llegó a Gran Bretaña desde Turquía, ni una sola vez había pasado un día entero adentro. De hecho, era raro verla pasar más de unas pocas horas en el interior. Cuando lo hacía, se movía inquieta entre las habitaciones, paseando y cambiando de un asiento a otro, siempre acercándose más a las puertas, al exterior.
La mayoría de las veces, cuando iba de visita, me la encontraba en el jardín, o sentada en el escalón de la entrada, saludando a los niños y compartiendo bromas con los transeúntes, para quienes ella había sido durante mucho tiempo un accesorio. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que vecinos preocupados me habían dicho que debía 'asegurarme de que tu madre esté dentro, fuera del clima' y también de las veces en que ella los había regañado por meter la nariz donde no debían y por hablar conmigo sobre su comportamiento en lugar de con ella, como si no ella estuviera allí o en plena posesión de sus facultades.